Este fin de semana estuve en Valencia. Hay que reconocer que algunas de las fallas
son verdaderas joyas; que ardieron en el fuego sin ningún
rastro de anhelo por parte de la muchedumbre.
Pero al fin y al cabo el destino de una falla es el que es.
Todo el mundo asume que el esfuerzo de todo un año,
de una gran ciudad como Valencia,
merece ser sacrificado en una noche de exceso en pos de un bien común mayor.
Está claro que hoy en día ningún político, por lo menos español, tiene el espíritu de
las fallas de Valencia...
Nano, 23 de marzo del 2016