Este año decidí que quería afrontar nuevos retos en la fotografía,
salir de la comodidad de mis paisajes, donde habitualmente dispongo
de toda la tranquilidad y tiempo para meditar la acción del disparo, los lugares de mis paisajes
no suelen ser sitios muy concurridos (a las pruebas me remito).
Abordar nuevos contenidos, disciplinas y especialidades.
Para ello estoy tomando clases de iluminación en plató con Rafael Roa.
El curso ha empezado con fotografía a modelos…
Lo de controlar los flashes, cachirulos, avíos, chirimbolos y demás trastos del plató
podemos decir que no tiene mayor transcendencia.
Luego está la parte del modelo, aquí se empieza a complicarse la cosa un poco,
resulta que el modelo tiene vida propia, y tu tienes que hacer que
se situe o actúe de alguna forma específica o particular,
en la que tu crees que puedes sacar algo más que un simple retrato bien iluminado,
esta parte resulta un poco más incomoda para mi.
Pero luego están "Los Otros".
Los otros son mis compañeros de clase y que vaya
por delante y quede claro desde el principio que son todos ellos "mu" buena gente.
El problema es el número… resulta que en hora y media de clase debemos
hacer fotos todos nosotros a los modelos y supuestamente cada uno debe
colocar sus flashes y demás aperos de labranza.
En resumen, resulta que tienes unos tres minutos para todos eso
(y no nos olvidemos que además de todo eso el modelo está vivo).
Total…
que aquello parece la Puerta del Sol el día de noche vieja a las doce de la noche.
En ocasiones echo de menos lugares como el mostrado en la fotografía…
como mucho tienes que preocuparte de que no se te suba una rata por la pierna.
Nano, 28 de noviembre del 2015