El alba abre su abanico,
evapora la noche,
pone llamas en mi rostro.
Con qué acuñar
el arsenal de gritos sumergido en mi voz.
Con qué amarrar esta turbulencia traicionera.
El día avanza,
nada me incorpora.
Llueve en mi memoria
o es tu arrullo lo que suena?
Una mariposa se posa en mis labios
para callar tu nombre.
Triunfa el silencio.
Qué he de poner sobre tu pedestal vacío?
Anuar Bolaños, AUSENCIA
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